¿Sabes por qué una placentera noche puede acabar siendo un auténtico suplicio para nuestros hijos? Llantos, gritos, sustos… Son los terrores nocturnos, una alteración del sueño. Calma, te lo explicamos todo.
Su aparición y desaparición
Durante el desarrollo infantil es habitual que los niños sufran trastornos del sueño, como pesadillas y terrores nocturnos. Es verdad que los pequeños lo pasan mal y los padres también, al no saber cómo ayudarles, pero normalmente estos problemas desaparecen en la adolescencia de forma espontánea.
Las pesadillas
Suelen aparecer sobre los tres años, aumentan de los cuatro a los seis años. Luego desaparecen. Las pesadillas provocan mucho miedo, ansiedad y terror porque cuando el niño despierta sigue recordando el sueño. En este sentido, la paciencia y la ternura de los padres es básica para que el niño recupere la calma y vuelva a dormirse.
Terrores nocturnos
Son más complejos que las pesadillas. Sólo un 3% de niños de cuatro a doce años los sufre, desapareciendo en la adolescencia. Se trata de episodios muy angustiantes ya que los niños lloran, gritan e incluso se incorporan en la cama dormidos, sin ser conscientes de qué les pasa. Puede que ni puedan responder o abrir los ojos.
Estos episodios duran unos veinte minutos, pudiendo estar el pequeño sudoroso, respirar agitadamente e incluso tener las pupilas dilatadas. Suele darse en el primer tercio de la noche, y al día siguiente el pequeño no sabe explicar qué le ha pasado ni lo recuerda.
¿Cómo podemos ayudarles?
Se desconocen las causas que provocan los terrores nocturnos, aunque la fiebre, falta de sueño o situaciones de tensión emocional o el estrés pueden desencadenarlos.
Con los primeros síntomas, los padres deben acudir a la habitación y vigilar al niño para que no se caiga de la cama y ni sufra daño físico, ya que no está despierto ni es consciente. Lo importante es consolarlo, mejor sin despertarle.
Depende de la edad, es importante averiguar si le sucede algo o tiene algún problema personal o escolar… Otra manera de ayudar es con técnicas como la relajación.
Los terrores nocturnos en principio no requieren ayuda especializada salvo que sean muy frecuentes e intensos y así lo determine un profesional.