Hamburguesas, pizzas, refrescos, bollería... Los productos fastfood tienen un sabor más que atrayente, son asequibles y se pueden tomar en cualquier momento y lugar. Estos son los motivos que hacen de la llamada comida rápida una opción tan popular entre los adolescentes. Pero, ¿cómo podemos contrarrestar esta moda que pone en riesgo los pilares de una dieta saludable?
El fast food se ha adueñado de nuestra rutina diaria, y su éxito no solo se debe a la comodidad y el ahorro de tiempo que supone, sino a su capacidad para conquistar nuestros paladares.
Diseñados para gustar y vender, los adolescentes son los grandes consumidores de este tipo de alimentos, cuyo buen precio, color y sabor esconde una cara oculta:
- En general, toda la comida rápida ofrece un escaso aporte vitamínico. En algunos casos proteínas, fibra, hierro y calcio.
- Su alto contenido en grasas “malas” saturadas y colesterol, aporta una elevada ingestión de energía. De ahí que proporcionen una sensación inmediata de satisfacción, al provocar una rápida subida del nivel de glucosa en sangre.
- ¿Los más calóricos? Las patatas fritas (520 cal/100 g); los aperitivos salados (472 cal/100 g) y los perritos calientes (308 cal/100 g).
- La mayoría de las opciones incorporan una larga lista de conservantes y aditivos.
- Los alimentos suelen estar demasiado fritos, empanados o rebozados, lo que dificulta la digestión y contribuye a su elevado aporte de calorías.
- Estos alimentos propician comer rápido y con voracidad, un hábito poco saludable. Si se ingiere muy rápido, el estómago no tiene tiempo de enviar la señal de saciedad al cerebro y se come más de lo necesario.
Alternativas saludables
Hay alternativas caseras que te permitirán agradar a tus hijos con propuestas igualmente deliciosas pero sin los inconvenientes nutricionales del fastfood:
- Sustituye en tu despensa las patatas fritas, snacks y galletas saladas por frutos secos (almendras, avellanas), pepinillos o fruta troceada.
- La técnica tradicional de empanar la carne o enharinar el pescado va acompañado de una fritura, lo que aumenta las calorías del plato. Hazlo más ligero si, una vez empanado, lo haces al horno.
- La pizza puede ser una comida sana si eliges bien los ingredientes: las verduras aportan vitaminas, el atún ácidos omega-3 y el queso, calcio. Mejor la masa delgada, ya que suele ser la parte más calórica de la pizza.
- Las patatas fritas mejor si se cocinan en aceite de oliva o de semillas (girasol o maíz) sin reutilizar.Otra opción más saludable es laminarlas muy finas y hacerlas al horno.
- Las hamburguesas de carne magra de ternera no engordan, sobre todo si se hacen a la plancha con aceite de oliva y sin aderezar con salsas.
Al final, como en todo, la clave es la moderación. Recuerda que el consumo de este tipo de comida no supone ningún inconveniente para la salud siempre y cuando sea algo excepcional, no un hábito integrado en la dieta ni sustituya a alimentos básicos. Marca unos límites, por ejemplo, de una vez a la semana.