Parece que fue ayer cuando era un niño adorable. Y hoy poco le queda de ese carácter angelical. Contestón, desafiante, exigente... Hacer frente a un adolescente no es fácil, y requiere de mucha comprensión para salir airosos de esta etapa, sin embargo, necesaria en su proceso de desarrollo y madurez.
Convivir con un adolescente puede ser estresante para toda la familia. Peleas, discusiones, negociaciones constantes... Lo importante es entender que detrás de los desequilibrios propios de esta etapa, que suele ir de los 13 a los 16 años, está la transición a su “yo” adulto. Además de los cambios hormonales de andrógenos, estrógenos y progesterona, que exacerban las reacciones de este proceso de reafirmación de su personalidad.
Además de los cambios físicos asociados a esta etapa, este estallido de reacciones endocrinas provoca otros “síntomas” de índole emocional:
- Su carácter cambia. Esto, unido a su falta de experiencia vital se manifiesta en su tendencia a dramatizar determinadas situaciones cotidianas y a adoptar medidas extremas ante los conflictos.
- Potencian su sentido crítico, lo que les impulsa a no reconocer la autoridad de los padres y a cuestionar las normas establecidas.
- Su mundo se amplía y la familia pierde protagonismo. Necesitan ser valorados por su grupo de amigos, hasta el punto de sacrificar sus preferencias en función de las que ellos valoren o toleren.
Consejos para una adolescencia feliz
A pesar de este panorama, no todo son malas noticias. Cada joven es un mundo y, aún en los peores casos de rechazo, siguen necesitando vuestro cariño y comprensión. Por eso merece la pena que pongas de tu parte para que toda la familia pueda vivir esta etapa como un periodo de crecimiento y evolución. ¿Las claves?
- Entendimiento. Crea un clima de comunicación, respeto y negociación mutuo. Dialoga con tu hijo adolescente cuando esté tranquilo y descansado, de buen humor, cuando acabes de felicitarle por algo o esté de verdad arrepentido por un mal comportamiento.
- Afrontar el conflicto. El diálogo no lo arregla todo. Si tu hijo estalla, no entres en la provocación. En ese momento no va a atender a razones, así que hazle saber que le escucharás cuando cambie de actitud. Lo único válido en ese momento es mostrar tranquilidad, firmeza y seguridad.
- Saber castigar. El castigo siempre debe ser proporcional al hecho en sí, lo más inmediato posible y corto en el tiempo. Si pasa por quitarle algún privilegio (móvil, ordenador, salir con los amigos...), hay que darle la posibilidad de recuperarlo a través de un cambio de conducta.
- Cuestión de límites. Mantén unas pautas y unos criterios estables que le obliguen a situarse, a conocer sus derechos y obligaciones. Aunque responda con rebeldía, los límites le dan seguridad y confianza.
- Mensaje único. Es importante que los padres no muestren actitudes contradictorias. Si en un tema concreto opináis diferente, la regla básica es que si llegas en medio de una discusión con el adolescente, deberás respetar lo que esté diciendo el otro progenitor.
- Sé un ejemplo. La credibilidad se gana con hechos. Eres su principal modelo a imitar, por eso te tienes que mostrar seguro, con confianza en lo que dices y haces y ser coherente.
Aprende a mirar en positivo la adolescencia, una etapa en la que los jóvenes son curiosos, espontáneos, divertidos y, cuando quieren, muy cariñosos. Tu hijo necesita más que nunca que potencies sus habilidades y mitigues sus defectos porque se siente muy inseguro. ¡Además, al fin y al cabo, tú también pasaste por esa etapa!